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“Una mujer poseída” de Andrzej Zulawski 10 films antológicos de terror


LA ALUCINACIÓN AL PODER

Por Gustavo J. Castagna

Demencia, enajenación, locura, alucinación. Cualquiera de las cuatro palabras encajan a la perfección en las dos horas de UNA MUJER POSEÍDA del polaco Zulawski, aquel cineasta demente, enajenado, loco y alucinado que falleció hace algo más de un año y que dejara un puñado de películas difíciles de clasificar en un género determinado.


Esos años 70 y 80 del cineasta, con títulos como Lo importante es amar; La tercera parte de la noche y La mujer pública, junto a UNA MUJER POSEÍDA, entregaron su mejor cara, su rostro demencial, sus personajes desbordados desde lo emocional, su mirada polaca –pesimista, al borde del nihilismo- intentando comprender a otros marcos sociales (Francia, Alemania) o, porque no, buceando en esa geografías ajenas cómo transmitir su visión de ucraniano globalizado.


Si aquel territorio devastado de La tercera parte de la noche se extendía a la locura sin retorno que se manifestaba en el rodaje de una película en Lo importante es amar, el paisaje alemán en el que sucede UNA MUJER POSEÍDA sirve como hipótesis para –al menos- comprender pero volver a tensionar los comportamientos de sus particulares personajes.


Una pareja que se separa por una supuesta infidelidad de ella –la bellísima Isabelle Adjani y un joven Sam Neill antes de los dinosaurios de Steven S.-, un criatura horrenda, viscosa y babosa como protagonista secundario y algunos personajes satelitales (amantes, inspectores, vecinos del matrimonio) construidos desde la óptica apocalíptica de su director.


 

Entre fusiones genéricas (el terror no solo recrudece cuando aparece la espantosa criatura ¿alienígena?), en UNA MUJER POSEÍDA (Possession, título original) predomina un tono desmesurado, histérico, muy alto de acuerdo a un registro convencional, repleto de voces, sangre, heridas, autoflagelos, histerias derramadas en calles vacías, gélidas, sin habitantes, como si los personajes centrales y secundarios plantearan sus dilemas en una espacio onírico, lejos del naturalismo, acorde con una puesta en escena de travellings virtuosos y “zarpados”, pletóricos de adrenalina como la misma historia y las mismas criaturas de ficción.

El tema del doble, la mirada religiosa del director, el diablo metaforizado, el culto al sadismo y a la retórica exuberante sin medias tintas, eufórica y alegórica al mismo tiempo, resplandecen en dos horas a puro cine intangible, complejo de interpretar desde una sola explicación.


Como si aquel surrealismo de los años 20 le hubiese abierto las puertas a un gore procedente de un director nacido en Polonia y cineasta de culto para la cinefilia de dos o tres décadas atrás, UNA MUJER POSEÍDA es y no es un film de terror.


En todo caso, se trata de una de las tantas variables del terror psicológico y mental concebido por un creador afín al mundo de Buñuel, pero también de Cronenberg (¿porqué no hacer un juego comparativo con Festín desnudo sobre el texto de Burroughs?) y a su transversal referencia literaria: el horror sin forma procedente de la pluma de H. P. Lovecraft, un escritor de vigencia eterna.



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