Exposición organizada por egresadas de la Carrera de Curaduría y Gestión Cultural del CIC.
En la obra de Jorge González Perrin convergen la experiencia del dibujo y la pintura. Ambas disciplinas, adquieren en este conjunto la misma condición expositiva. El dibujo, lejos de ser un ejercicio o el armazón de su labor, es tan público como la obra «acabada». El trabajo pre-pictórico sucede en el interior del creador y la estructura del cuadro es el acto mismo de pintar. Sugiriendo trazos a partir de un movimiento azaroso, Perrin plasma su huella expresiva en un color negro intenso, y luego todo el cuadro parece brotar. Las marcas producidas nos presentan un caos, no como antítesis del orden, sino un caos que en sí mismo concierne al acto de pintar y al de mirar. Vemos implantarse en el interior del diagrama múltiples posibilidades de interpretación.
Los contornos de los dibujos no marcan el límite de lo que se ha visto, sino el límite de aquello en lo que la imagen se ha convertido. Quien mira, puede identificarse con el artista y a través de sus ojos encontrar el contenido en su propio almacén de observaciones. Lo disecciona y lo vuelve a unir en su imaginación. Por lo tanto, la obra es un sistema abierto, en donde el cuadro encarna una síntesis de tiempo continuo y simultaneo: el de trabajo pre-pictórico, el del acto de pintar y lo que surge de ese acto, que, dependiendo de quién sea el sujeto frente a la obra, permite encontrar infinitos significantes.
Más que uniforme y permanente, la tensión de la obra abierta es irregular y temporal, y se expresa en relación a los bordes laterales del lienzo. Así, como la realidad de quien mira se plasma en la obra, la obra se percibe expansiva, estableciendo un entorno donde lo que miramos, nos mira.
“La costa galesa, la descripción del Ródano en la carta 543 de Vincent a su hermano Theo, la voz lejana de dos vecinas conversando, la escena de la campana en Andrei Rubliov, dos jubilados en su butaca despedidos de la montaña rusa pasando a toda velocidad, automóviles, el recuerdo fugaz de algo que pasó en la infancia, las avispas de Juan Luis Guerra sonando en la computadora, la luz que entra por la ventana y produce tramas interesantes, el sueño de ayer, Imagine. Todo al mismo tiempo y en un instante, los temas tomando posiciones como jugadores de fútbol americano, la últimas noticias. Al abrir la puerta entra el aire y salgo despedido al patio, tengo que barajar y dar de nuevo porque al volver, nuevos hitos han tomado posición y luchan por entrar dispuestos a todo. Reconozco que soy el responsable de haber convocado a todos los fantasmas, de haber creado las condiciones para que suceda lo inevitable, porque para mí de eso se trata dibujar.” Jorge González Perrin
Esta muestra se enmarca dentro del proyecto La Línea Piensa, dirigida por Luis Felipe Noé y Eduardo Stupía, nace del convencimiento de que el dibujo en Argentina no está lo suficientemente valorado a pesar de tener extraordinarios cultores. De allí el propósito de contribuir a llenar ese vacío. Si bien se suele asociar casi con exclusividad la palabra dibujo a la de representación, el sentido de los directores es destacar el acto de dibujar como el del desarrollo de un pensamiento lineal: una línea lleva a otra línea como un silogismo gráfico. La imagen es el punto de llegada más allá de que represente algo o no. Lo que importa es lo que nos presenta. La Línea Piensa ha sido declarada de interés cultural por la Ley de Mecenazgo.
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